de una tarde de lluvia.
La cortina de agua levemente rasgada por la monotonía
de un recuerdo infantil
que evocara Machado en una humilde escuela
segrega una mirada como un hilo de seda sobre el pasado
efímero.
Era aquel temps de pluja que cantara Serrat,
su balada de otoño deshecha entre los surcos de la
melancolía
con que hiere la aguja de zafiro su disco.
El brazo articulado que siembra en el vinilo recuerdos y
caricias,
suaves roces de piel, dedos que se deslizan por blusas
entreabiertas…
Y el crepitar monótono que dejó la canción tras las últimas
notas
girando para siempre en la memoria joven y enamorada
de aquella lluvia fértil.
Dulce ebriedad del alma borrascosa y proustiana,
esta tarde de Brighton, al sur de mi ventana.
Lluvia tras los cristales, gin tonics y canciones.
Lluvia tras los cristales, gin tonics y canciones.
Tu poema es un crucigrama entre cuyas palabras ocultaste sin disimulo la estela de libros, discos y películas que al leerte pasan a ser memoria compartida. Gracias. Miguel.
ResponderEliminarLos crucigramas de la vida suelen resolverse en las tardes de lluvia, querido amigo. Gracias a ti, Ramón.
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