"Memoria de tu voz y de tu cuerpo
mi juventud y mis palabras sean
y esta imagen de ti me sobreviva".
J. A. Valente
mi juventud y mis palabras sean
y esta imagen de ti me sobreviva".
J. A. Valente
Capítulo 1
La ciudad permanece impasible, mientras el tiempo erosiona
su memoria. Habitarla es sólo un accidente –pensó Diego- mientras regresaba a
casa por las calles solitarias de siempre. Caminaba ensimismado, dejando fluir su pensamiento con éstas y otras
parecidas reflexiones (si es que se las pudiera llamar así) de un hombre
atormentado y sensible, que respiraba
aún por las incicatrizables heridas que había sufrido en aquel ámbito
que habría de tornarse tan inhóspito.
Casi sin darse cuenta había llegado hasta la embocadura del puente y se
aprestaba a cruzarlo para arribar a su modesto apartamento alquilado, en el
Sector Sur. Las lluvias torrenciales de los últimos días habían provocado el
desbordamiento del río a su paso por varios barrios de la ciudad y las aguas,
revueltas y turbias, color café con leche, bramaban con toda la furia de su
corriente iracunda, que se agitaba en violentos torbellinos. Evocó los acordes
de Bridge
Over Troubled Water de Simon y Garfunkel y no pudo evitar que emergiera
el recuerdo de Elvira y que se le abriera, con
el in crescendo, una sangrante brecha de nostalgia. No en vano habían
llegado a la ciudad, recién casados, el año en que el inolvidable tema del dúo neoyorkino sonaba casi
permanentemente en las emisoras de la incipiente FM.
Recordó su esplendorosa belleza, como de actriz italiana, con la frescura de su
juventud en flor, pues apenas había recién cumplido los 20 años y respiraba
pasión por vivir y una exultante alegría, natural en ella y acrecentada por la
generada a raíz de su nueva situación, tan prometedora de un futuro gozoso,
pues no en vano se habían casado profundamente enamorados.
Nada hacía suponer que aquella felicidad tan delicadamente sembrada, habría de
germinar cruelmente y se vería truncada de forma brutal aquel gélido y fatídico
día de mediados de enero, tan solo seis meses después de la boda, por aquel
embarazo ectópico que, en el primer mes de gestación, le provocó en pocos
minutos tan letal hemorragia interna que pondría fin a su fugaz y malhadado
paso por este perro mundo.
Fueron aquellos aciagos días y los que siguieron en su vorágine de dolor a su
desoladora pérdida, los que alterarían, con su brutal influencia, el rumbo de
la vida de Diego, obligado a desviarse en aquella encrucijada inimaginable unos
días antes. Una vida tan turbulenta como las aguas que se rebelaban bajo sus
pies. Lo que habría de sucederle después podría ubicarse en las antípodas de sus
mejores sueños.
Qué manso va el río a pesar de que se arremoline y se encrespe, remedando a la vida misma. Y no hay más, y no sabremos probablemente nunca...
ResponderEliminarNovelesco a tu pesar, pero riográfico en cualquier caso. El trasunto acuoso como metáfora pertinente trae bien el aciago recuerdo de una pérdida. El río que nos lleva, el río que devora todo a su paso. También la memoria.
ResponderEliminarSalud, Miguel.
Invitación - E
ResponderEliminarSoy brasileño.
Pasei acá leendo , y visitando su blog.
También tengo un, sólo que mucho más simple.
Estoy invitando a visitarme, y si es posible seguir juntos por ellos y con ellos. Siempre me gustó escribir, exponer y compartir mis ideas con las personas, independientemente de su clase Social, Creed Religiosa, Orientación Sexual, o la Etnicidad.
A mí, lo que es nuestro interés el intercambio de ideas, y, pensamientos.
Estoy ahí en mi Simpleton espacio, esperando.
Y yo ya estoy siguiendo tu blog.
Fortaleza, la Paz, Amistad y felicidad
para ti, un abrazo desde Brasil.
www.josemariacosta.com
Hay algo de Onetti en este primer capítulo, en el amor truncado, en el río color café con leche. Lo que pasó después de la muerte de ella no lo sabremos, pero ¿qué puede quedar después del amor que no sea terrible?
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