Ir al contenido principal

Mi corazón de náufrago


Mi corazón de náufrago es un barco
desvelado de lluvia en la negrura
que surca un mar lejano y su alma oscura

de islas horadadas que no abarco.

Estremece el misterio y la hermosura
que eligió mi naufragio como marco
cuando la bella Circe tensó el arco
del horizonte con su magia impura.

El mar era una lágrima infinita

vertida por la diosa desahogada
en el fondo abisal que nos habita.

De aquel barco oriental no queda nada.
La dama negra no acudió a la cita
y ya no madrugó la madrugada.





















(Fotografía tomada por mi hija desde 
nuestro barco que se hundió pocas horas 
después en la Bahía de Halong-Vietnam.)

Comentarios

  1. Qué trabajo, qué despliegue de emoción, qué bonito le quedó al poeta Cobo su invitación. A degustarla. Yo me la leo otra vez.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Se puede leer como material periodístico y no solo como volunto poético. Esto se hace cuerpo en una lectura posterior.

      Eliminar
    2. Emilio, así es. Una noticia "sonetizada". Un brindis en la barra.

      Eliminar
  2. Veo el eco aciago de "Yolanda", evocado sobre la negra bahía vietnamita. Es inevitable que la belleza de aquellas tierras torne en triste recuerdo a la luz cruel del tifón filipino. No sé si fue ésta tu intención, pero durante el saboreo de los cuartetos y sus tercetos la imagen de esa desgracia se me hizo inevitable.

    Buen regreso, poeta. Te necesitábamos. ¡Quién si no iba a calmar el alma de la Barra!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Ramón. En cuanto al "eco aciago", recuerdo que aquella noche (para más inri) los tripulantes del barquito nos advirtieron de la posibilidad de un tifón. Como ves, casi hemos fundido los tres grandes géneros en el soneto: La épica, la lírica y la dramática. Abrazo y brindis.

      Eliminar
  3. Abrazos de un naúfrago pagano que zozobrando a la deriva arriba a islas endecasílabas y acogedoras como esta. Yo soy el que espera, en la orilla, en todas las orillas, a que Circe aparezca, de una vez por todas, para beber de sus manos saladas, el veneno que me reconcilie con la vida que me prometió. Mientras tanto, corto cañas y lianas para fabricarme una barcaza que me permita llegar hasta las botellas que todavía flotan, no muy lejos de nuestras playas,y que me nutren de la poesía con la que haces contrabando, Maese, un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
  4. Jorge, si hay que venderle el alma a alguien, que sea a Circe. Yo estoy dispuesto. Y de paso a hartarnos juntos del vino con el que Ulises emborrachó a Polifemo.
    Otro fuerte abrazo, querido Jorge.

    ResponderEliminar
  5. Malena/Mariela24 noviembre, 2013

    La peligrosidad de Circe, disfrazada de amor, es comparable con la de esa Bahía, disfrazada de belleza. ¿O será que el amor y la belleza están destinados a hacernos naufragar?

    ResponderEliminar
  6. Malena, una vez escribí (¿premonitorio?) algo relativo a suicidios dulces, como sueños de islas. Y sí, la vida misma es una singladura con su inevitable naufragio final...

    ResponderEliminar
  7. Miguel, no sé decirte nada. he leído tu sonetazo varias veces y me está entrando el miedo escénico, que mañana me toca a mí.
    La ensoñación de Emiio y el realismo poético tuyo me dejan en una exigente tesitura.
    Mañana veremos cómo reacciona la claque.

    Saludos a los bebedores del Barra y demás clientes ocasionales. Y que sigas anclado a esta barra.

    AG

    ResponderEliminar
  8. Alberto, participo de ese miedo escénico: La página en blanco, el proceloso mar...El naufragio, su presagio vigente. Pero vamos todos en el mismo barco, amigo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario