“--¿Has oído el llanto de un muerto?”
Pedro Páramo - Juan Rulfo
No hubiera querido estar ahí cuando sucedió, viendo las caras circunspectas, el llanto forzado de algunos, la fuerza por no llorar de otros.
No hubiera querido estar ahí , pero ahí estaba.
El olor a comida y desinfectante, el murmullo de las habitaciones vecinas y el llanto de un recién nacido se mezclaban en el pasillo mal iluminado del hospital.
Estaba ahí, sin dudas, pero me sentía en una butaca de cine, mirando una película que no divertía ni hacía llorar.
Espectadora, simple espectadora.
La muerte llegó cargada de frases hechas, que de tan repetidas carecían de valor. Algunas, inclusive, causaban gracia.
"Estuvimos charlando la semana pasada y se la veía fantástica".
Claro, lo único que se necesita para morir es estar vivo - pensé, escondida en mi rincón.
Contrariamente a lo que había imaginado, no estaba triste. Tampoco feliz. No sentía nada.
Hasta que te vi salir de la habitación, solo, tremendamente solo sin mí. Quise abrazarte y no pude. Cómo poder, si ni siquiera me veías. Así de cruel es la muerte.
Entonces, lloré. Lloré por mi vida, por mi muerte, por lo que fui, por lo que no iba a ser jamás, por tu soledad, por la mía.
Lloré, y me fui desvaneciendo con cada lágrima.
La muerte nos sienta muiy bien a los santos bebedores. Esta ronda ha salido fantástica, creo.
ResponderEliminarLa sorpresa del último párrafo es un truco genial.
Saludos desde Granada,
AG
Un escalofrío me recorre la médula espinal.
ResponderEliminar"Estabas a mi lado
y más próxima a mí que mis sentidos"
José. A. Valente
Un abrazo, Malena,
con mi enhorabuena.
Me recordó el último libro de Rosa Montero. El fantasma del ser querido muerto en carne, vivo en la memoria de quien le amó.
ResponderEliminarDejadme con mis muertos. Sin su espectro, paseando a mi alrededor, moriría. Dejadme con mi dolor. Reconforta y mortifica.
¡Bravo, Malena!
ResponderEliminarAplaudo esta pieza que gira desde el distanciamiento -pretendido- inicial hasta lo más profundo del sentimiento. Y lo hace de forma sutil, sin estridencias, toma al lector de la mano y lo lleva hasta dónde quiere, a dejarle el corazón como una pasa de uva.
Un abrazo.
Una genialidad este relato tuyo.
ResponderEliminarSalut, Malena.
Qué bueno, Male!!! Qué manera de narrar la "nadita" que somos... Y los sucesos variopintos que acontecen alrededor de la muerte. Y en este caso, con ese giro final sencillamente LETAL. Aplausos, muñeca brava! Y abrazo!
ResponderEliminarUn placer, Malena. Por este cuento, por esto que acabas de regalarnos, vale la pena La Barra, las copas, los abrazos invisibles que nos damos
ResponderEliminarBien sûr, c'est très bien écrit, mais quelle tristesse !
ResponderEliminarJe te souhaite malgré tout une journée ensoleillée et pleine de vie.
Amicalement
Roger
Claro, lo único que se necesita para morir es estar vivo - pensé, escondida en mi rincón. Es una frase de colección. Es curioso las cosas que uno piensa en situaciones así. También las que escucha y hasta dice. La muerte suele sacar lo mejor y peor de uno, hasta del muerto. Dime como te recuerdan y te diré como viviste. Espero que se mantenga - me refiero a su "regularidad publicatoria" Beso!
ResponderEliminarEs redundante decirlo: excelente, como siempre, Malena.
ResponderEliminarPD: ¿será cierto que los muertos ven a los vivos?
Cecilio
Me gustó mucho la sorpresa del final, pero me impactó especialmente la última frase "Lloré, y me fui desvaneciendo con cada lágrima." Imposible no conmoverse con la belleza y el dramatismo que tiene. Saludos
ResponderEliminarCelebro tu regreso periódico, y la muerte no tiene género, lo demuestra tu escrito. Saludos.
ResponderEliminarUsted no decepciona.
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