Ir al contenido principal

De cómo Luis de Zuñiga encuentra a la Maga y consigue el mote del Furtivo


Las ideas y fechas se confunden en mi cabeza. Creo que la muerte me encontrará esta vez, o al menos eso espero. He intentado en vano escapar de mi sino manteniendo una conducta irreprochable, arrepintiéndome día y noche de los pecados cometidos y alejándome de mi gente aunque me tildaran de traidor. 


Mi desgracia comienza una tarde de primavera de 1529, durante el viaje que nos llevaría a Birú. Es inútil recordar los pormenores del recorrido hasta ese momento. Baste con saber que vimos a nuestro alrededor maravillas jamás imaginadas, sangre y brutalidad. Las personas que habitaban esos parajes no se parecían a nadie que antes hubiéramos conocido. Bellos de una extraña manera, ignorantes de todo, como bestias sin domesticar. No me aventuro a decir que Dios estaba de nuestra parte, pero sí que sus dioses los habían abandonado. Llegábamos y tomábamos lo que queríamos. Algunas veces eran ellos los que lo ofrecían, con un extraño sentido de hospitalidad y otras lo tomábamos a la fuerza. 

Así fue con ella, a la fuerza. Aún puedo recordar sus ojos de gata, su rostro moreno. A diferencia de las anteriores, no profería gritos ni intentaba hundir sus uñas en mi piel. Me clavó, sin embargo, su mirada llena de odio y murmuró en su lengua las palabras que no temí entonces y hoy no quiero recordar; las únicas palabras que pronunció hasta el momento de mi partida. Me amancebé con ella durante un tiempo. La tuve siempre que quise. Su mirada de rechazo me enardecía y esa fingida sumisión con la que callaba alteraba mi paciencia, pero no había golpe o humillación que la hiciera hablar. Cuando decidimos seguir viaje, la dejé sin miramientos, aún cuando me dijo nuevamente aquellas palabras. Alguien las tradujo para mí: maldigo tu nombre y a cualquiera que ose pronunciarlo; te maldigo al olvido, que ni la muerte te recuerde.

Desde ese momento me referí a ella como a la Maga y ya nadie me llamó por mi nombre; me convertí en el Furtivo. Conté mi historia por siglos, tratando de hacerle trampas al destino que ella me selló. Me ocupé de inventarme muertes e historias, de hacerlas lo suficientemente atractivas para ser recordado aún por méritos que no me eran propios. Hablé con un tal Cortázar una tarde, pero la historia tomó en su pluma un giro inesperado, donde ella resultó favorecida. Hoy escucho que otros me nombran y espero que el perdón haya llegado por fin.

O que la maldición pase a ellos, quien sabe.

Comentarios

  1. ¡Plas, plas, plas! Una auténtica delicia. Creo que el relato es de lo mejor que hemos escrito en el Barralibre. Lástima que Miguel no haya estado.
    Me gustaría poner el realto completo en mi blog, señalando, es obvio, su autoría colectiva. ¿Cuento con tu permiso?

    Un abrazo desde Granada,

    AG

    ResponderEliminar
  2. Cuadríptico borguiano. Pesa la querencia bonaerense. Será que una vez pisa Zúñiga el charco, La Maga manda.

    Enhorabuena, santos bebedores. Trabajo de equipo. La ausencia de Miguel multiplica el deseo. ¡Más madera! De espías va la cosa. Bien.

    ResponderEliminar
  3. Ha quedado claro que este relato se ajustaba a una trama cuadrangular. Uno más habría creado un conflicto pentagonal con su enfoque esquinado. Habría sido imposible lo que Malena ha logrado: La cuadratura del círculo. Bien está lo que tan genialmente acaba. Ebrio (de admiración), salgo tambaleándome de la barra.

    Si estoy en la próxima seré tal vez "Espía por mandato".

    ResponderEliminar
  4. Cierre fantástico, nunca mejor dicho.
    Me parece estupenda la idea de Alberto. Voy hoy mismo a colocar toda la historia en mi blog, para gusto personal y orgullo barrístico.
    Qué bien que estamos.
    Que no decaiga el ánimo.
    Espías, compañeros, amigos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario