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La pelirroja


No tenía secretos con Enrique.

Lo amaba.
Sólo él conocía mis temores, mis miserias, mis miedos, mis amigos, mis amores.
Desnuda frente a él, sin ropa y sin máscara.
Tanto me conocía que no necesitábamos hablar. Un par de miradas bastaban para comprendernos.
Compartíamos la casa, el trabajo, la cama, la vida. Sabía el talle de mis zapatos, el número de teléfono de mis amigas, los horarios de la facultad. Elegía mi ropa con exactitud de sastre, el color de las sábanas, la comida del almuerzo y la película del sábado. Me aconsejaba qué decir en el momento preciso porque adivinaba mis pensamientos y las palabras que yo no podía pronunciar, las decía por mí. Me ayudó a alejarme de esas compañeras que arruinaban mi reputación con su cercanía y fomentó mi gusto por la música clásica.
Tanto me conocía que sabía exactamente dónde encontrarme el día que lo dejé.

Por eso teñí mi pelo a lo Gilda, me compré este vestido rojo y cambio mi nombre cada noche.

Discúlpeme, caballero, no es personal si no le doy el número de mi casa.

Comentarios

  1. Cuantas cosas se describen en estas palabras, Malena. Estos temas tan bien escritos los disfruto muchisimo. Las personalidades que se desdibujan en funcion de otra mas fuerte. Al menos esta concluye bien jaja. Un beso!

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  2. Perdone...no sé si me confundo...¿no vivía usted en Corrientes, 348, segundo piso ascensor? Si no es así, no importa; si usted me lo permite, me quedo aquí a su lado, y todo a media luz, a media luz los dos...

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  3. Un plomazo Enrique, un tipo esponja, para huir!!
    Bien por el cambio de look, se vienen las rastas =P

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  4. Pobres muñequitas, carentes de personalidad, sin atreverse a los rojos y al adiós liberador. Afortunadamente´, cada vez hay más Gildas por más que los Enriques se multipliquen "por el bien de muchas".

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  5. Hay smores que son agujeros negros. Engullen la identidad de quien aman.

    Librarse de su influjo requiere algo más que voluntad. Al final de la batalla por alejarse de su radio de acción, convierte a quien luchó en sombra errante, en busca del alma que le robaron. Por eso -dices bien, Malena-, el travestismo, la máscara es la única estrategia provisional, a la espera de que reencuentre el camino a casa, vea por fin reflejado más allá del espejo la imagen de su rostro.

    Buen día. Besos del otro lado del charco.

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  6. Es lo que tiene encerrarse en el otro: que el otro, a veces, es un carcelero. El amor debe ser otra cosa, nunca un claustro. El amor que no se abre no es amor: es esclavitud. La hay consentida, ciega, fanática, y la hay obligada por cientos de terribles circunstancias, Malena; aliñada por otros cientos de terribles dolores. En todo caso, qué mansa escritura y qué profunda, y dolorosa.

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  7. Magnifico, amiga, magnifico... Me encanta ver que la Esposa de Lot, al fin, decidio mirar para adelante y vestirse de rojo.

    Un abrazo, Malena

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  8. Sencillamente excelente. Es un placer leerte, Malena.

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  9. Vaya!! Nunca me había fijado... tiene usted la piel tan salada!

    ¿Me concede este baile?

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  10. Dany:
    Aprendemos mal y tarde a no ceder tanto terreno en cuestiones de amor. Amar no es perderse. Lamentablemente, esta historia es muy común. Por suerte, la pelirroja zafó. Pero a qué precio!

    Miguel:
    Pase, por favor. No hay portero ni vecinos.

    Pato:
    Rapadita a cero no la veo. Es una coqueta.

    Kaperucita:
    Es por tu bien, le decía Enrique. Si, esa frase era su muletilla. Menos mal que ella no la creyó.

    Ramón:
    Te roban la identidad de tal manera, que cuando te alejás - si es que podés lograrlo - te quedaste vacía. Hay que forjar una nueva vida e ir probando en el camino. Lleva tiempo. El travestismo es una etapa. El rojo también. Seguramente termine optando por un castaño natural.

    Los duelistas:
    Muchas gracias.

    Emilio:
    Muchas veces creemos encontrar en el otro un reparo, una protección. Entonces lo dejamos hacer, decir, decidir. Por un tiempo, la sensación de descanso, de seguridad, parece buena. Pero es falsa. La mejor forma de vivir es tomar las riendas de nuestras vidas, aunque a veces se desboque. Y encontrar a alguien que nos acompañe, cabalgando al lado.

    Antiqva:
    ¡Gracias! Es una decisión difícil, pero necesaria. Ella todavía tiene restos de miedo, pero va a lograrlo. Le tengo fe.

    Brynhild:
    De nuevo, muchísimas gracias.

    Kum:
    Vio? Es el agua del mar, que no se termina de ir de mi piel.
    Bailemos, si.

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