Cómo
echo de menos al hermano Francisco (a ver si el que hay ahora cambia un poco las cosas). Desde que murió el de Asís ya nada ha
vuelto a ser igual. Mi descrédito ha caído en picado y soy víctima del
amarillismo más despiadado que se ha cebado conmigo utilizando su artillería
pesada: la calumnia, la maledicencia y la difamación. Yo os aseguro que todo lo
que se va diciendo de mí son puros cuentos. Bueno, no negaré que hay algo de
cierto en el tema de los siete cabritillos (¡los muy…eso!); y de lo de los tres
cerditos… (¡qué marranos!), en fin, algo hubo. ¿Qué quieren que hiciera? ¿Acaso
no han leído nada sobre la alimentación de los de mi especie? No voy a comer
hierba, ¿no?
Sin
embargo, lo de esta niñata maleducada no tiene nombre. Porque yo
era un lobo bueno, se lo aseguro. Pero Caperucita, cada vez que pasaba por el
bosque, se burlaba de mí: Que si lobucho “carachucho”, que si lobato
“caragato”… Hasta que un día –la paciencia tiene un límite- me harté y me la
comí. Si hablan, que hablen con razón.
Luego, me vine a vivir a la ciudad donde,
desde entonces, voy contando mi verdadera historia por todos los programas basura
de las televisiones, cobrando una pasta. Es decir, -ahora sí- vivo del cuento.
Pobre lobo. Pobre, y fra Francesco, primero en su serie, ¿qué hace, que no va a consolarlo?
ResponderEliminarSu verdad tendrá, seguro.
Abrazo
Magistral.
ResponderEliminarEl lobo es un hombre para el lobo.
Cuántos quisieran poder hacer lo mismo que el Lobo y vivir de no hacer nada y, para peor, cobrar por ello!
ResponderEliminarPero bueno, no todos podemos tener una buena historia.
Saludos!
J.
Cada cual reescribe el cuento en función de sus necesidades. En este caso, Miguel, cordero natural, se transmuta en abogado de lobos. Nos que por naturaleza no pueden dejar de serlo,... que de los otros me guarde Dios.
ResponderEliminarEs que algunas muchachas son terribles, mire. Después se quejan del lobo!
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