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Deconstrucción del héroe



El héroe ha pasado en el tajo todo el día, todos los días de tantos siglos. Es un trabajo duro, arriesgado y fatigoso, pero merece la pena ser admirado por todos, cantado por los poetas, ensalzado por la prensa. Resulta estimulante convertir todo lo que pienses hagas o digas en tendencia que seguirán cientos, miles o millones de personas a lo largo del espacio y del tiempo. Es muy gratificante sentir esa dulce vanidad al ser imitado por un público cada vez más amplio al que seduce cualquiera de tus gestos, ideas, ademanes, formas de vestir, de caminar o de amar.

El trabajo no resulta fácil: realizar doce azarosos trabajos llenos de riesgos, recorrer una distancia maratoniana para decir“Vencimos” antes de caer muerto por el agotamiento, luchar contra cíclopes y sirenas antes de llegar a esa Ítaca donde sólo te esperan un par de personas y un perro, luchar contra los musulmanes invasores incluso después de muerto, aprender mil trapacerías en esa escuela de supervivencia que es la vida del pícaro… o sencillamente mantener tu puesto de trabajo y poder sacar adelante a tu familia en los duros tiempos que corren.

Mosaico de los doce trabajos de Hércules, de Liria (Valencia), s. III a d C
(imagen de teo-teoblog en blogspot.com)

No resulta fácil ni está al alcance de todos, de ahí la singularidad del héroe, su carácter selectivo, paradigmático y canónico. Muchos lo intentan, pero su vano esfuerzo se apaga como una vela en una tormenta, su decisión se viene abajo, su valentía se resquebraja y siente la humillación del miedo, de las lágrimas, de la desvalida sensación de estar solo en medio de la vida.

El héroe, cualquier héroe, llega a casa lleno de dudas e incertidumbres. El héroe sabe que sus hijos lo van a cuestionar y que su esposa lo va a recibir con gesto hosco y con algún reproche destilando veneno entre esos labios que en otro tiempo besó apasionadamente.

Sabe que la prueba del ocho será cuando, tras quitarse el traje y dejar su cartera, su teléfono y su ordenador, vuelva a emerger en el salón donde los suyos están viendo una serie de televisión. Ahí, exactamente ahí, es donde se la juega porque, por muy héroe que sea, puede encontrarse con el mayor océano de indiferencia, desapego y soledad, como un náufrago perdido en mitad de su heroicidad. Es ese el momento en que se siente como el más normal de los mortales y desearía poseer todas las cualidades de los héroes míticos a los que siempre admiró.

Comentarios

  1. Nuestro heroísmo se mide en las distancias cortas. El mejor Superman es hoy el antes monta un mueble de Ikea o arregla el grifo que gotea. Los grandes gestos y las magnas gestas solo son ornamentos de la ficción. Recuerdo haber oído a mi "héroe" literario Manuel Vicent haber dicho al respecto:

    "Si alguna vez me erigen una estatua que en su inscripción no se lea 'Aquí murió Manuel Vicent', sino 'De aquí salió huyendo'". O sea, como decía mi padre: Más vale cobarde vivo que héroe muerto.

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  2. Fantástica deconstrucción.

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  3. Miguel Cobo, lo del mueble de Ikea o el grifo es toda una forma mayor de heroísmo doméstico. Y en estos tiempos adquiere un verdadero sentido épico, en el que se sustituye a Tizona por el Black&Decker.

    José Miguel Camero Orellana, celebro que te guste mi aportación. Quedas invitado a mi blog, el que enlazo bajo mi firma.


    Saludos,

    AG

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  4. Héroes quedan pocos. Se los tragó la cámara oculta. Si no, los devorarán sin contemplaciones los hijos de los hijos de los hijos cuando ya nada quede en las despensas del sistema.

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  5. Este fin de semana, Alberto, fui (por reducción al absurdo; la cartelera no da para más en Badajoz) a ver una película de esas que llaman de acción. El héroe de turno salvaba al presidente de los Estados Unidos de las garras de un norcoreano nihilista. Sin despeinarse, se fue librando de toda los terroristas, como quien siega la campiña. Y todo ello sin la gracia, la ironía del señor MacLaine. Los héroes de ahora no tienen tiempo para hablar. Lo suyo es soltar plomo y poco más. Eso sí, que nada aje un final feliz.

    Echo de menos a los clásicos. Ellos pagaban el precio de su heroicidad, incluso sentían en carnes el pago a sus errores, la ruina que deja toda guerra a su paso.

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  6. No hay nada que hacer; ser Gatúbela es fácil. Lo jodido es ser Selina Kyle.

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