¡Olivares y olivares
de loma en loma prendidos
cual bordados alamares!
(...)
¡Ciudades y caseríos
en la margen de los ríos,
en los pliegues de la sierra!...
¡Venga Dios a los hogares
y a las almas de esta tierra
de olivares y olivares!
Antonio Machado
Arriba el olivar se desvanece
con la niebla lunar desmadejada
sobre la suave loma dibujada
en la línea del tiempo que decrece.
Abajo sobre el río ya amanece.
El agua nutre tierra madrugada
del cereal verdor enamorada
cuando el sol en su cima comparece.
Así dice su adiós la última estrella
en el agua diluido su reflejo
que se sumerge al fin fundido en ella.
Ahora de tu orilla yo me alejo
de mi alma borrada ya la huella
que diluyó su imagen en tu espejo.
Miguel
Estaban en lo cierto los románticos cuando hablban de ese sentimiento de respeto que provocan en nosotros los paisajes mirados desde lejos, en la distancia. El espectador es una mota dentro de la infinitud del espacio que le circunda.
ResponderEliminarSentimos la magnificencia del mundo y nos rendimos a su belleza. En esa entrega estética tiene lugar el milagro de una comunión con la naturaleza, una íntima sensación de que, pese al caos e irracionalidad que rodea a nuestra civilización, algo inmaculado y persistente habita en nosotros. Entonces nos reconciliamos con el mundo.
La estética como una forma de ética.
Buen día, amigo.
La fundación del cosmos a la vera de Úbeda, por ejemplo. Lo que comparece es el demiurgo, el hacedor de prodigios, el poeta, eso era, el poeta.
ResponderEliminarBuen verano mediterráneo, my friend.
Precisíón y belleza del soneto, tan difícil; amanecer en la soledad de uno mismo frente al paisaje, ser silecio y ver nacer el día tal y como tú lo describes, sentirte casi el único habitante del planeta, espectador privilegiado de esa revelación que ocurre diariamiente aunque tú no estés ahí y quedarte así, fundido también a un fragmento de eternidad. Leerte a esta hora de un domingo es como haberme levantado muy temprano y haber salido sigiloso a leer el paisaje... Un abrazo.
ResponderEliminarSemejante paisaje merece un soneto como el tuyo, Miguel. Ambos son una maravilla.
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