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La cita



Otra vez la estación es el punto de encuentro. Ligeros de equipaje, venimos de ciudades lejanas en el mapa. Mas qué importa la distancia, si los trenes nos unen sin contar los kilómetros. El taxi hasta el hotel acelera latidos. Concretamos la cita en una habitación recién abandonada por otros amantes furtivos que olvidaron un grillo dorado junto a la caja vacía de Dúrex, dos billetes de Air France con fechas caducadas y el olor del amor recién diseminado.
Pero el mar está allí, esperando la luna, con su oleaje cómplice en la pleamar nocturna, mientras suena en el bar un piano sugerente. Hasta la habitación fluye la melodía, como un eco lejano. La tamizada luz penetra en la penumbra de una noche incipiente, de estrellas presentidas que acucian el deseo mientras nos desvestimos. Dibujo con mis dedos en tu espalda desnuda palabras nerudianas con la lenta destreza con que Eric Clapton mima su Blackie Stratocaster. Y tú adivinas siempre mis mensajes cifrados que recorren tus venas con un clamor de fuego. La noche nos ofrece los frutos que la sangre riega en nuestros sentidos y apuramos sus jugos con la sed del desierto.
Las olas del Atlántico rompen contra las sábanas y nos despierta el sol.
Miguel

Fotografía: "Prisas". Estación del Norte. Valencia. Weberio en OJO DIGITAL.

Comentarios

  1. Las olas del Atlántico debieron sentir celos, yo los tendría;-)

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  2. Quizá sea uno de los últimos poemas que inspira el tren, la estación. El siglo XXI acelera el viaje. Los trenes son hoy ascensores, transportadores espaciales, facilitadores tecnológicos. La riqueza que generaba la lentitud, la pausa, la desesperación por llegar a tiempo, la espera en el andén,... todo irá transmutándose en una estrategia de reducción de energías, en trámite.

    Tengo la esperanza en que otros espacios sustituirán a este. Otros lugares en donde perderse, ver cómo el tiempo pasa hasta que un tren nos lleve a casa. Ulises necesita de su hogar, pero hoy no.

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  3. Lisboa es Lisboa y siempre loserá: magia sobre magia y pátina de ese río-mar que desconcierta y seduce. Y si en vez de Clapton suena un fado...
    Muy buen texto, muy de Vicent, muy tuyo, muy mío... muy bello.

    AG

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  4. Más que el tren, a pesar de su lirismo, de la poesía y del suspense que ofrece a quien, atento, se ofrece, cómplice y dúctil, me quedo con el hotel, con ese Eric Clapton ladino y goloso que, entre las sábanas, explora la cartografía del amor, indaga en busca del centro exacto de la lujuria y luego tiene, ahí está el poeta, el mago de las palabras y de las emociones, el arte y el temple para narrar el prodigio. El amor, en estos tiempos de zozobra, es un prodigio.
    ¿Hubo fados de fondo?

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  5. Los trenes son amantes de escribir melodías de citas en trayectos que desembocan en el mar, mientras el eco del oleaje ahoga alfabetos nerudianos tatuados en la piel desnuda del deseo, mensajes cifrados de fuegos sedientos de noches eternas.
    "Las olas del Atlántico rompen contra las sábanas y nos despierta el sol". Espléndido.

    Exquisita sensualidad, Miguel, decirte que me ha encantado sería una obviedad y un minúsculo trazo de lo que hacer sentir este magnífico texto.

    Besos ligeros de equipaje.

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  6. Me gustan las estaciones de trenes y si están abandonadas mucho mas, se prestan de escenario a encuentros furtivos y prendidos con palabras en la imaginación, como barquitos sobre las olas de un atlántico que nunca descansa.

    Precioso relato.
    Besos.

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  7. Kaperusita, las olas acarician y/o golpean. Junto a las sábanas, además, mecen, agitan...

    ***

    Ramón, sobrevivirán algunos trenes románticos. Al menos en el cine. En cuanto a Ulises, ¡pobre Penélope!

    ***

    Alberto, los fados sonaron preciosos en el Café Luso, en Chiado , Barrio Alto. Esto ya no es ficción.

    ***

    Mano lenta sabe siempre lo que "toca", Emilio. Creo que hasta la espalda de Carla Bruni lo sabe. Lo de los fados, como le dije a Alberto, es otra historia.

    ***

    Marisa, en cuestión de sensibilidades, creo que viajamos en el mismo tren.

    Bon voyage!

    ***

    Pato, ¡ay, las estaciones! Para mí son el espacio poético por excelencia. Aunque el océano es su uni-verso.

    Un abrazo.

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  8. La distancia no existe. Los trenes, las sábanas y las olas ofician de mago, que con sus trucos hacen desaparecer los kilómetros.

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  9. querido miguel, debo confesar sin culpas que las estaciones y las montañas me esgunfian un poco el alma; pero el mar..., con el mar siempre es imaginable y deseable un habitación que guarde un grillo dorado ajeno y un olor nuestro amor diseminado; y siempre se puede pensar a Blackie Stratocaster en los brazos amantes del tal Eric C.
    abrazo en puntas de pie, hurtándote las letras.

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  10. Malena, ya ves que la distancia no impide entre nosotros un diálogo cálido y próximo. Pero si además la introducimos en el acelerador de partículas que es el amor, entonces tiene alma de bolero: Contigo en la distancia.

    ***

    miralunas, cada cual elabora su propia cartografía sentimental (ríos, montañas, mares...) para habitarla después con su iconografía humana(estaciones, trenes,hoteles, Eric Claptons...).Y en esos mapas nos encontramos con nuestras afinidades, con nuestras complicidades, con nuestros afectos...

    Y con el azar que los propicia. Avec plaisir, mon amie.

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